La salinización del riu Llobregat representa un problema que se arrastra desde principios del siglo XX. En la parte superior de su cuenca, en las proximidades de su afluente, el Cardener, hay minas de sal y potasa. Esta actividad industrial comienza en 1925, cuando se inauguran las instalaciones de la compañía Minas de Potasa de Súria. La extracción de potasa es una actividad que produce salmueras, provenientes de la limpieza del mineral, que salinizan las aguas del Cardener y del Llobregat.
En 1926, sólo un año después de la inauguración de las minas, Antonia Burés, propietaria de una empresa textil en la colonia Antius, a la orilla del Cardener entre Súria y Manresa, puso la primera denuncia contra la empresa Minas de Potasa de Súria, por considerar que la sal que la empresa vertía en las aguas del río había corroído las turbinas de las máquinas de su fábrica. Burés apuntaba de lleno a la empresa como responsable del problema.
Se encienden las alarmas
A partir de entonces, la polémica no cesó. En 1930, vecinos, agricultores, propietarios de fábricas y la misma compañía de Aguas de Barcelona denunciaban los hechos. Observaban con recelo como los índices de salinidad del agua del río, lejos de bajar, aumentaban. Todas las alarmas estaban encendidas y se propuso la construcción de un colector que llevara las salmueras directamente desde la mina al mar. En 1935 la situación era tal que los medios de comunicación, con mucha ironía, dedicaban mordaces chistes gráficos en sus páginas. El humor se convirtió en un arma de protesta bien afilada ante la inquietud y la incertidumbre sobre la calidad y el uso de las aguas del Llobregat.
En esta viñeta gráfica de humor el diario «La Publicitat» avanza una predicción sobre como será el agua del Llobregat pocos años después si persiste el problema de la salinización. Publicada por el diario el 9 de julio de 1935.
La sal se desvanece del río durante la guerra
Durante los años de la Guerra Civil sin embargo, se produjo un hecho que viene a reforzar las tesis de quienes sostienen una relación de causa y efecto entre la actividad de las minas y la salinidad del río. La incorporación de los hombres a filas obligó a paralizar las minas por falta de mano de obra, y los niveles de sal del río cayeron en picado hasta mínimos históricos. Los registros de sal en el agua del río en aquellos años, dan cifras similares a las que se observaban antes del inicio de las explotaciones mineras. Tuvo que haber una guerra para que bajasen los niveles de sal del río Llobregat.
Como persistía la preocupación por la calidad del agua del Llobregat los técnicos de la empresa Aguas de Barcelona, entonces colectivizada, siguieron yendo al río a hacer controles, incluso en los peores momentos de la guerra, cuando las bombas caían sobre Barcelona. Tomaban muestras y las analizaban con el apoyo de sus colegas del Laboratorio Municipal de Barcelona. Los mismos trabajadores de Aguas de Barcelona procuraron que los vehículos que se utilizaban para desplazarse al río no fueran requisados por las necesidades de la guerra.
Las masías del Llobregat proporcionan víveres
A grandes males, grandes remedios. A pesar de la temeridad que suponía desplazarse al río, las inspecciones también proporcionaban a los técnicos la oportunidad de visitar las masías del Llobregat, donde adquirían víveres y otros productos que difícilmente se podían encontrar en Barcelona en aquellos momentos.
De todos estos hechos tenemos conocimiento gracias al trabajo de investigación de Roger Lloret, Jordi Honey-Rosés y Santiago Gorostiza para su libro «Ríos de sal». Los tres autores han hecho una extensa consulta de datos procedentes de archivos públicos y privados, para realizar un análisis histórico documentado del problema de la sal en el Llobregat. Un ejemplo de la información sobre la que han trabajado son los datos que se recogen en el cuadro de la evolución del nivel de cloruros en el río Llobregat aguas abajo de Martorell, desde 1931 a 2013 y que os mostramos en este artículo. La tesis de estos investigadores es que la actividad de las minas tiene consecuencias en los niveles de salinidad del río, y este trabajo es su herramienta para demostrarla. Un conflicto medioambiental que afecta tanto a los habitantes de la cuenca del Llobregat y del Cardener, como los del Área Metropolitana de Barcelona, ya que el Llobregat es el principal proveedor de agua de la región metropolitana.
Fotos cedidas por los autores del Libro «Ríos de sal».